Cuando oyes
campanas
y no portazos,
cuando oyes
crujir de estrellas
y no puños
cerrados,
cuando oyes
lágrimas de luciérnaga
y no espaldas
frías,
sientes como te
construyes.
Cuando tu
pincel lanza un trazo
de nácar y aguamarina,
y deja el rastro
de un sonrisa
plena y
agradecida,
aceptas, abres,
tiendes…
cuando las palabras
se asoman
tímidas a tus
dedos,
y se arrojan
rendidas a tus labios
y tu conciencia
resopla
cocida de
felicidad,
cuando sientes la
plenitud,
y se oye un
chasquido
dorado de lado
positivo
sientes como te
instruyes.
Cuando no…
cuando no…
las alas de
Ícaro se derriten…
y en salsa de
autocomplacencia,
suflé de
autocrítica
y mouse de egolatría,
aletean sin
gracia
como estertor de
nube.
Muerta y sin
alas
(o simulacros
pegados con cera)
Tú no, tu mundo
destruyes
y te calzas zancos en uno nuevo…
Hay ojos que gritan al poeta
“gracias
por agotar tu querer en mí…
amor
de cepa vieja”
Y es que nada
hay de nuevo
en el pergamino
del cielo:
quien te quiere
lo sabe libar
como nadie,
en cáliz de oro
y altar de mármol,
poesía en piel,
poesía en ojos,
poesía en beso,
secante de
manchas de indiferencia,
en desigual y
fingido duelo
seca, yerta,
yerma, huera
poesía vacía,
poesía muerta,
poesía falsa, poesía
hielo.
Tu
tinta ya no escribe, coge el laúd y tañe.
“Forse
altri canterà con miglior plettro”
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