Me aferro a tu voz, me aferro
a tu aliento
como si fuera un niño perdido
en la nieve
que aprieta en su manita un
tiempo breve
de corazón batido y
somnoliento.
Pensarte fue pensar mi folio blanco,
tocar el fresco tacto de tu
yeso,
soñar en tinta el trazo de tu
beso
y sentir que morirse ya no es
tanto.
Me aferro a tu voz, me aferro
a tu aroma,
y esculpo en luz de aire tus
miradas,
y con páginas voy tejiendo tus
caricias,
En mis labios el latido que
asoma
palabras son que esperan
embobadas
el gesto que desde tu boca
inicias.
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