Cuando las letras y los sonidos
huyeron de la nada
y se amaron formando palabras,
éstas vivieron y dijeron cosas.
Entonces el barro en los ojos del mono
se cayó
y la verdad adquirió
los siete colores del arcoíris.
Palabras que son para ti
para mí y para todos
fabricando cadenas
con la libertad
más límpida
jamás vista desde el agua clara
que lloró de los ojos
de aquel dios arrepentido
de tiempo y de pergamino.
Al mono se le cayó la palabra
y cuando bajó del árbol a por ella
ya no subió jamás.
No hay mayor libertad
que lo que se pronuncia
en las bóvedas de tu alma
y en los paladares del mundo
con sus puentes de labio
de miel y susurro,
de cabalgata y de beso.
La palabra es del pobre
que la baña en esperanza,
del rico que la desperdicia,
del avaro que la atesora,
del envidioso que la codicia,
del tonto que la pierde,
del político que la envenena,
del vendedor que la imanta,
del listo que la empuña,
del loco que la enerva,
del seductor que la gira,
del malvado que la escupe,
del bueno que la traga,
del pintor que la mezcla,
del soñador que la escribe,
y del poeta que la sueña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario