De un silbido llamaste al aire
y se enredó en la comisura de tus
labios;
estiraste los dedos
de tu palma extendida
- para comprobar lo breve de un instante -
y se calmó el mar;
pronunciaste mi nombre
y hubo un colapso de mentas y
yerbabuenas...
Tocó el suelo tu cuerpo desnudo
y todo se hizo arena de playa
y tarde...
Nada hay más eterno
que buscar el deseo
en una maraña de nombres,
metáforas putas
y adjetivos presos.
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