4. Una noria más

¡Qué tristeza metálica da
ver languidecer
una ola en una acequia del camino,
soñando tal vez con el mar,
-cuando intenta, ilusa, tocar el cielo-
o tal vez rehumedecer
algún que otro perdido destino!
Reptan silenciosos
colgados de los hilos de las Moiras
los escorpiones del tiempo,
negros, articulados, mecánicos…
Reptan a la conquista de la torre,
la alta torre…
fríos, retorcidos, escuálidos,
sacudiendo entre sus patas
al barro madre, fértil y oloroso.
La noria medita mirándome,
haciendo pompas de ratos y horas…
Se aburre mientras hipnótica
persigue una hoja muerta y sin peso,
silencio hecho carne,- sin alma- muerte mimética.
la aderezan Quipus y yupanas,
con ribetes de lutos fúnebres
haciendo una noria simpática de rastas,
que figuran música nacida de labios púberes
que susurra entre los otoños postrados
al tiempo olvidado en las solanas,
a las eras dormidas en el Tawantinsuyu…
que se desparrama el agua
por miles de venas de cemento
y la verdura no llega…
que se anegan los bancales
y no hay más fruto que nieve en tus cejas,
precipicios en tus sienes hermanas,
vacío de besos en tu nuca…
ni alientos, ni aromas, ni cajas de fresas,
ni suaves caricias de piel de manzanas,
ni resto siquiera de maíz o de yuca…
Hasta que estalla el rosa..
y todo se vuelve crepuscular…
azulado, rosáceo… maternal….
y me giro aterido buscando tu cuerpo
desnudo, cálido y siempre suave,
y te abrazo como si fueras en el mar un madero,
despojo de auto naufragio severo,
un ancla en mi deriva…
(y tal vez en la tuya)
como si tu sexo tuviera
 la clave de la inmortalidad,
la llave de la eterna vida
……………………………
Corretean arácnidos pasos
desorden de a ocho en compás
de arte menor,
huyendo hacia sus hijas las sombras,
los escorpiones del tiempo
dejando su hedor.
El caminante pasa,
oculto casi embozado…
la noria gira…
en su frente se escribe con tinta de naipe
la premonición de mil tardes…
Ni siquiera le importa si gira o no gira,
o si se conforma con gotas
de los poderosos mil mares.