A
veces me amenazan gruesas gotas de breves poemas como copos de nieve… Sufre la palabra nerviosa a ambos filos del abismo versal. La nada o el no decir nada. Las
pesadillas se vienen y entretienen: rostros felices de demiurgos sin manos.
Mudos, mancos, con la espita del corazón silbando como una locomotora sin
frenos. Hay silencios como cortos poemas: lo dicen todo sin escribir apenas nada.
“Abarcar en mi puño
quisiera
todas las palabras
del mundo
y hacerlas beso.
….
y poco más.”
Y
se queda mi lengua no saciada falta de más, como colgando de otra… y ambas se dicen adiós desde los ápices del deseo.
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