De repente los briosos corceles elevan sus patas delanteras y relinchan sorprendidos…
Es tu frontera y así lo anuncian a sus jinetes…
Fronteras de elástico.
Campos de encaje,
luchas fratricidas
de zapadores nerviosos.
Laderas cubiertas de zafiro...
Laderas cubiertas de zafiro...
Campos de auríferos tesoros…
Arcanos…
Tan viejos como el mundo mismo…
Prados de sedas
prohibidos y míos…
Aludes de yema,
corrimientos de azul…
Taludes batidos,
fumarolas de luz.
Humedales y fuentes,
dulcinos remansos,
declives resecos,
maternales ecos…
Fallas eternas,
pastos de algodón y deseo…
Fronteras de elástico
vencidas y mías…
Nocturna razia de luna crecida,
escaramuza fantasmal,
de sábana y gemido,
de lanzada y huida.
Galopad al valle de vuestro pecho,
veloces corceles, resguardad allí el eco de su latido en el vuestro propio como
tesoro preciado. Decid a la noche que os
traduzca en duermevela su cadencia de encarcelada lujuria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario