Pisadas de labios,
senderos de piel…
piel escrita…
Caminos hechos por tu andar…
Calzadas que surcan mi pecho,
horadando espesuras
con el machete de tu aliento.
Vuelve el labio caminante
y la caricia peregrina,
y la palabra errante
por llanuras de espalda,
laderas de muslo
y agrestes quebradas.
Los años siguen tu rastro
apoyados en sólido cayado
y cargados de pesadas mochilas…
Índices parados en sombras de
ayer,
en recodos de umbría y frescor;
te quieros en susurros
que levantan la hojarasca
de aciagos vericuetos.
Paseas por mí.
Soy piel satisfecha y plena,
surcada por cien mil rutas,
expediciones, excursiones.
Nada queda virgen al paso
de tu bota de exploradora
tenaz y agradecida.
Nada por conquistar,
nada por rendir,
al avance del poderoso ejército
de tus labios,
de tus manos,
de tus ojos,
de tus palabras…
Páramos yertos de futuro
que supiste convertir
en campos de verde yerba,
con salpicaduras de cien mil amapolas.
Envestido por la urdimbre de tus huellas
mi cuerpo se hunde en el sueño;
y mi memoria sigue tus pistas,
mi mano persigue
el fantasma de la tuya;
y mi piel, que recuerda,
ansía
que reinicies el camino
por tus dominios,
tu territorio,
tu finca.
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