¿Con qué palabras formé
aquella tarde de vapor de agosto
de lluvia de pino y roja cal
el collage de tu rostro?
¿De dónde me dio la musa
palabra para tu frente,
adjetivo para tus ojos,
sintaxis para tus manos,
entonces recelosas y lejanas?
¿Con qué palabras fui capaz
de recrearte como si nacieras
del ébano más negro
del marfil más blanco,
del yeso más dócil,
del bronce más frío
o de la madera más viva?
¡Cómo se abrieron paso
y extendieron sus patas
de negra tinta
sobre el papiro adolescente
del suspiro inconsciente!
¿De dónde, dónde salisteis?
¿De qué duende?
¿De qué dios?
¿De qué rozar de labios?
¿Cuántos collages
de otras tantas cuántas
tardes
sometiéndote al metro y
la metáfora,
para recorrer tu
arrítmico amor
buscando la oquedad de tu
beso alejandrino,
y encajarte en mi en su
larga cadencia?
¿Y las que quedan?
¡Qué de palabras!
Aquellas que rompen cadenas,
enarcan sueños de colores,
filigranean con los latidos
del pecho más profundo…
Buscan ávidas oídos ardientes,
surcan imposibles
y garabatean firmamentos…
¿Y las que quedan?
¿Y las que no se dijeron?
¿Y las que se dirán?
¿Y las que ahora
se están diciendo?
Palabra puesta…
palabra cierta.
Te creé...
“Sólo existe lo que es
pronunciado.
Lo que no, es posible que
quede
encarcelado para siempre en los sueños.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario