Mi corazón recuerda
la canción de sus inviernos,
cuando apenas existías,
salvo por un latido
apagado por carne
hecha combustible y sueño.
Mi corazón recuerda
el sollozo en mazmorras
de olvidanza e incertidumbre,
cuando apenas la torpe tijera
de mi atolondrado corazón
simulaba recortar tu silueta,
a ciegas, a tientas,
quién sabe si siguiendo,
como las yemas de los dedos
de un ciego en su enigma,
un molde genético, eterno,
prefijado, capricho olímpico
broma del devenir inexorable.
Mi corazón recuerda
en los largos pasillos sin ti
tu no calor y tu no presencia…
Y ya sollozaba, entonces, mi pecho infantil
-sollozo hecho pompa de jabón-:
“Si de verdad me quisieras
habrías parado el mundo;
habrías puesto tus poderosas manos
sobre el torso blanco de dios
y le habrías parado el corazón,
y con él, el tiempo…
Y habrías venido a mi infancia
a mi jardín de proyectos y mediosueños
a buscarme…
Si de verdad me quisieras
hubieras ordenado a las palabras
salir antes a mi encuentro,
hubieras consentido jugar conmigo
en nuestro pozo donde no estuviste,
bajo aquel porche
donde besaba princesas de aire
con trenzas de nube y sol,
sosteniendo espadas de madera.
Si de verdad me quisieras
serías capaz de crear para mí
la poesía…”
Tal vez siempre estuviste:
en aquella niña,
en aquella flor,
en aquella mariposa,
en aquel aroma,
en aquel dolor...
Mi corazón recuerda los inviernos
ya lejanos sin ti…
de canción convertida en pared
y juguete roto.
Hoy hay poesía.
La creaste.
De verdad me quisiste,
de verdad me quieres.
de verdad me quieres.
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