Vino
a quedarse la brisa en torno a tus pupilas,
y
el atardecer en tus párpados
desafiando
los cementos y los asfaltos.
Quiso
secarse el terciopelo en tus labios
bajo
tus cálidas palabras,
y
las sendas en tus manos,
desafiando
cimientos y estructuras.
Surgió
la paz orlando tus mejillas
y
tras tu hombro, mi balcón
para
procesionar pesadillas,
desafiando
a las grúas y a las antenas.
Necesitó
la eternidad ocupar tu regazo
y
la ajazminada noche, tu sexo,
desafiando
a máquinas y a maniquíes,
a óxidos y falsedades.
Tú... estrella,
que
aplastas pasados y ninguneas futuros.
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