Apoyadas…
en el canto
del renglón encalado,
asoman sus
cabezas de sueños,
con narices
respingonas,
dientes de
cálamo,
ojos de
tinta y noche,
y frente de
alborada.
Divertidas…
Lo observan
todo,
me observan
ya muerto,
con bostezo
vocálico,
con
nostalgia ortográfica,
con gotas
de fonema,
con
complacencia semántica…
Asomaditas…
Al renglón
de lo real,
como procesión
de hormigas,
o elegancia
de gato altivo,
o ahorcado
de oscuridad,
adivináis mi
destino
entre
sonrisas cómplices,
e
implicaturas de olvido,
en
cementerio deíctico…
¿Qué
miráis?
¿Qué esperáis?
Como ávidos
vampiros,
goterones
de noche,
¡a la presa tangible!
para
definir sus contornos,
sellar su
yugular
de nervio y
bolígrafo
y hacerla inmortal.
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