Tras
el chasquido
de
nuestras galaxias,
al
separarse eternamente lentas,
entre
ambos quedó
el
puente colgante de una palabra.
Tú
pronunciaste una barandilla,
un signo de admiración en la orilla
y yo, en la otra…
Y
por ese puente andamos,
correteando
libremente,
como
niños.
De
mi corazón al tuyo,
de
tus sueños a los míos.
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