Volverá la oscura golondrina,
sola, absorta y triste,
golondrina negra de ajado y sangriento pico,
a forzar el quicio de tu velado ventanal…
Volverá la oscura golondrina,
abatida y rendida,
descorazonada y palpitante,
a terminar aquel proyecto de nido,
de saliva, beso, palabra y zarza,
que quedó colgado en el balcón de tu espalda.
Volverá la oscura golondrina,
desnortada y confusa,
creyendo, como la paloma,
que el mar era tu falda
y que tal vez, el cielo, tu blusa.
Volverá la oscura golondrina
con plumas de pena y noche
vistiendo su volar de sombra,
pero y…
tras ese cristal,
tras ese cristal,
¿sabrá si alguien habrá?
Volverá la oscura golondrina
de tus soledades con su letra
a las playas y a su mar...
y a restar, desde su pena,
a eso no volverá.
Una mano abierta y blanca
su músculo blanco abrirá
pues los oídos que siempre escucharon
esos, esos siempre estarán.
(“Ella se durmió en la
orilla.
Tú, en la cumbre de una rama.”)
R. Alberti
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