Es la llave del cielo…
una mancha de nata
en la solapa de mi traje gris,
un pegote de nube
en mi cazadora de cuero
tachonada de metal oxidado;
la vía láctea de mi camino azabache,
el fluorescente del techo de mi
túnel:
Luz, luz, luz…
Prisma de dos nubes que presagian
tormenta eléctrica de amor.
Las jotas cabalgan…
Y sabré que he muerto
cuando ese,
mi eterno columpio de carmín,
se balancee solo
sin el niño tontuelo que lo admira
aferrado a las cadenas de nata
de su eterno balancín.
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