Suena en la muerte del bosque
el chasquido de un beso de acero…
Hachazo…
Todo él se estremece…
Crepitan las lomas en deseos de fuego
de pirómanos tardíos y mudos
Hachazo…
Todo él se estremece…
Lágrimas en astillas leñosas
salpican al labio de acero…
Hachazo…
Todo él se estremece…
Las copas guardan silencio,
Reverencia al altivo superviviente.
Hachazo…
Todo él se estremece…
Recorre un rayajo verdoso la umbría;
se cristaliza el río en un iris verde profundo.
Hachazo…
Todo él se estremece...
Amor hecho savia rezuma el surtidor de recuerdos,
goterones de ayeres prestos a cicatrizar.
La ninfa en su castillito de romeros
cierra los ojos a cada chasquido que le traen las hojas
y si cierra los ojos lo ve aguantar…
por cada hachazo un beso…
por cada beso un retoño,
y a cada retoño un hacha muda
que cuenta historias a sus nietos
de árboles míticos
que nunca perecen…
Si la ninfa cierra los ojos,
cada árbol es un bosque
y cada bosque un poema.
Silencio…
el hacha calla.
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