Acaban de pasar
por encima de tu hombro
un aroma,
un perfume,
una voz,
un roce,
un pálpito,
una intuición,
un deseo
una caricia
un segundo...
Los atrapas
en una bola de papel
que luego
te apresuras a desplegar...
sin leer:
ni una palabra,
sólo un rostro,
tú mismo a ti mismo
te contemplas, te miras.
Cierras los ojos,
inspiras...
Sigues vivo...
Las palabras escapan
como corzas aterradas
sacudiendo las jaras
y los espinos.
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