(Divertimento gongorino en sed mayor)
Apenas el perfilador
de una noche fría
trazó el arco de stibium
por el ojo de mis pensamientos,
optó la luna por asomarse,
tímida y paliducha,
para susurrarme hasta mañana
con nata por su barbilla,
y un merengue en su ventana,
tras una cortina gastada.
Apenas la luna cerró
su boca de oblea embobada
y de su plateada blonda
no quedó rastro abrazada
por la oscuridad triste y oronda,
entró una sombra en mi aposento.
un rayajo fétido de gasa negra,
y bisbeó siseante sobre mi sien
sensuales sentencias de sinsabores,
de adioses serenos sin seso ni sato.
La persiguieron dos diminutos temblores
de licor Mozart de chocolate,
y se colgaron de las aristas del miedo,
entre cataratas de horas,
sunamis de ayeres despedazados,
y riadas de ancestros y años.
cuando mi razón fijó el caos
- por fin –
y la amorfa forma formó lo informe,
una silueta embozada
preñada de lugubrez,
embarazada de conos de cuevas,
de negrura y cobardía,
de mentira y resquemor,
de zozobra y reconcome,
recortó entonces una capucha
en la ceja misma de la misma luna
pálida de antes y de siempre.
“¿Quién eres, quién sois vos?
dime pronto, por favor,
que se me sale la vida
por este hilillo de voz.
¿sois acaso la muerte,
misterioso don señor?”
Y tirando a Selene de su plateado faldón
que a tapar no acertó
el dulce cráter de su sexo,
Venus devino en parca
y de una guadaña de luna
con filo de oro y de sol,
vino a caer su desnudo
y su negrura sin rubor,
dejando ver tal vacío
que cabían un infinito y hasta dos…
Al helarse mis palabras
y estallar mi corazón…
resultó no ser la muerte,
sino ser
…….
¡la decepción!
No hay comentarios:
Publicar un comentario