Su ultimo trazo fue un violento
zarpazo
la última pulsión,
su última violencia animal:
un espadazo de pluma
surcando el éter.
El folio en sus esquinas
esconde trazas
de grafito expelido,
masticado,
sembrado con rabia,
como confeti arrojado
a Muerte que procesiona,
sibilante y serena,
por el sendero sangriento
de sílaba, desierto y verso.
Su último trazo,
negro esperma,
ronco trueno,
roto rayo:
un latido de tinta
de aorta seca,
que rubrica la tumba
de una aciaga musa.
Escapo por los cabellos
y escalas de las voces
que abren la puertas de la locura
desde las que se ve un coqueto
huerto
de seso - a machamartillo - y
cordura...
... tan lejano como el primer verso
de este poema que, como poco,
nació muerto.
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